Este artilugio fue recuperado en el año 1900 de un naufragio en el mar Egeo en las proximidades de la isla de Anticitera
Como especie, tal vez como axioma de una lógica evolutiva que se supone que nos empuja siempre a progresar, tendemos a creer que nuestros ancestros eran una especie de "aznares" en taparrabos, o sea, unos absolutos e indocumentados ignorantes.
Sin embargo, cada vez más descubrimientos ponen en duda que esto fuera así. De hecho, existen una serie de objetos denominados por su acrónimo en inglés como oopart(out of place artifact), que ponen esto en entredicho.
Entre estos objetos destaca la máquina de Anticitera, un artilugio que pone de manifiesto lo equivocados que estamos respecto a la sabiduría y la capacidad tecnológica de nuestros ancestros.
El mecanismo de Anticitera fue hallado por unos pescadores de esponjas que buceaban en las inmediaciones de esta pequeña isla localizada al sur del Peloponeso y al noroeste de Creta. Del naufragio en cuestión, producido alrededor del año 60 A.C. (antes del jipi pacifista), se recuperaron también estatuas, cerámicas, monedas y otros objetos, todo lo cual fue enviado al Museo Arqueológico Nacional de Atenas, donde dos años más tarde (1902) el arqueólogo Valerios Stais descubrió un engranaje incrustado en una de las piezas.
El artilugio en cuestión debía estar alojado en una caja de madera de 33 cm de altura, 17 cm de anchura y 9 cm de profundidad, similar a una caja de zapatos. Se considera una computadora analógica construida por algún ingeniero griego, posiblemente Arquímedes, entre el año 150 y el 100 A.C.
Hablamos de un complejo mecanismo de relojería formado por al menos treinta engranajes de bronce, aunque estos fueron encontrados separados en ochenta y dos diferentes fragmentos. Su función era la de predecir eclipses y calcular posiciones astronómicas con una increíble precisión para la época. Según algunas referencias proporcionadas en sus obras por el político y filósofo romano Cicerón, es probable que este no fuera único, y que formara parte de una tecnología de mecánica compleja en la antigua Grecia.
De todos modos, el sentido común nos dice que si existía uno de estos artefactos, es probable que hubiera más. Cada vez que encontramos el fósil de un desconocido animal prehistórico, a nadie se le ocurre pensar que, aunque solo encontremos uno, este fuera único. Igual, este ejemplo no es el más adecuado, pero estamos inmersos en plena Eurocopa futbolera, y aunque no me gusta el fútbol, el simple hecho de haber presenciado algunos minutos de un encuentro por simple aburrimiento, noto que ha disminuido mi capacidad intelectual.
Pero sigamos a lo nuestro, la singularidad del artilugio no fue óbice para que pasara desapercibido y olvidado hasta los años cincuenta del siglo pasado, cuando captó la atención del especialista Derek John de Solla Price, que lo consideró una especie de reloj astronómico. A pesar de que el artefacto está muy afectado por la corrosión, lo que dificulta realizar un certero análisis de su composición, se cree que está construido en una aleación de cobre (95%) y estaño (5%), o sea, como dije antes: bronce.
En definitiva, si hay testigos de que Abascal y Ayuso han sido vistos manipulando teléfonos inteligentes(probablemente más que ellos) con soltura, no veo obstáculo para que nuestros antepasados dispusieran de una tecnología más avanzada de la que suponemos. El problema es encontrar restos de la misma o registros bibliográficos que la describan. Esto último, gracias a la iluminación religiosa que nos sumió en la oscuridad durante cientos de años, es complicado. Supongo que conoceréis la antigua costumbre cristiana (entre otras sectas) de calentarse con los libros considerados heréticos. Al parecer, eran los que proporcionaban más poder calorífico al estar directamente relacionados con un tal Satán, que era un tipo que vivía rodeado de fuego. Que digo yo, ¿Y el Satán este, no viviría dentro de un volcán?
Evoluciona más rápido la tecnología que los valores humanos y así nos va. Saludos
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Saludos
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