Navidad, o la mentira más grande jamás contada

   La Navidad está aquí son su brillante luminiscencia y sus excesos

     Navidad. Estos días, algunos, celebran el nacimiento de un tipo que es posible que nunca haya existido. Sin embargo, el anteriormente citado es uno de los pilares de la civilización occidental. No temáis por la mentada civilización, por suerte o por desgracia, no todos los pilares en que se sustenta son tan endebles.

La navidad es una derivada de anteriores fiestas paganas, las saturnales romanas, el sol invictus también romano, el solsticio de invierno, todos caen por estas fechas. No obstante, no se van a dirigir por ahí mis impertinencias. Prefiero dirigir mis pasos al origen de esa pandemia milenaria que se engloba dentro del concepto trascendental de religión: el cristianismo.



Sí, probablemente el judaísmo sea un culto solar, y lo mismo las dos religiones que engendró. Imaginad la cara de los “conquistadores” españoles, si hubieran sabido que esos nativos americanos, a los que tanto despreciaban por su “ignorancia” y “salvajismo”, adoraban al mismo dios que ellos.

Nadie, ni yo mismo, puede negar la importancia del Sol para la vida en este planeta. Su atávica trascendencia está fuera de toda duda. De hecho, puestos a adorar a algo, no me parece una elección desacertada en absoluto. Baco, dios romano del vino, también me parece un acierto, al igual que la griega Afrodita, por ejemplo. 

En el origen del judaísmo-cristianismo, al igual que en el de innumerables cultos ancestrales, había dos interpretaciones. Una verdad, que solo los iniciados o eruditos conocían, llena de alegorías y dobles significados. Y una interpretación literal mucho más sencilla de aceptar por las masas sin educación. El asunto es que en el judaísmo-cristianismo la idea original se ha perdido, y es la verdad construida para las masas la que perdura. La identificación del dios cristiano como el “altísimo” o la “luz”, “lo celestial”, no necesita de mucha explicación. La idea de que la imagen de María, con su hijo Jesús, es una derivada de la de Isis con Horus, es un hecho incontrovertible para quien tenga ojos en la cara y cierta dosis de raciocinio. El judaísmo probablemente tenga su origen en Egipto. Akenatón, faraón al que sus sucesores intentaron borrar de la historia, con su reforma amarniana instauró un culto monoteísta al dios Atón, en sustitución del politeísta. Ahí puede estar el queso. El cristianismo, como sincretismo de judaísmo, mitraísmo y vaya usted a saber que más, no hizo sino seguir con la novela.

Mi conclusión es que el período de celebración en que estamos inmersos tiene un origen milenario. La justificación fue variando, pero, ¿Acaso es preciso justificar una fiesta si es para pasarlo bien? Que sí, que el consumismo nos acabará consumiendo, que no todos podemos disfrutar de estas fechas… Pero mirad, yo estoy de vacaciones, seguro que muchos de vosotros también, así que como decimos en Galiza: ¡Qué chova! !A pasalo ben!




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