Nirvana, Nevermind aún sigue importando

 Nevermind, los años no hacen sino mejorar el impacto del disco que lanzó a la fama a Nirvana

El año 1991 cada vez queda más lejos. El devenir del tiempo, tal y como lo conocemos, es lineal, no queda otra. Pero aún me parece que fue ayer cuando se publicó Nevermind, hace 32 años, en septiembre de 1991. En aquella época yo era un metalhead metido en el thrash metal hasta la médula; aunque, también era muy fan de The Ramones y de bandas punk/hc como R.I.P. o Cicatriz. Lo mío con Nirvana fue un flechazo. A pesar de no estar por la labor de escuchar música mainstream, contemplar y escuchar el videoclip de Smells like teen spirit, me hizo olvidarme de todo excepto de la música. Aquella banda parecía tan molona y auténtica que todo lo demás no importaba (nevermind).
 Al día siguiente de descubrirlos en un programa musical matutino de TVE, me hice con el vinilo de Nevermind en la única tienda de música que había en aquella época en O Barco de Valdeorras.
El disco fue producido por Butch Vig, posteriormente batería de Garbage, y productor de varias referencias de Smashing Punpkins. Butch se había curtido en el mundo de la música con un par de bandas. Spooner, banda de power pop fundada a mediados de los 70 a la que se unió como batería para grabar tres discos. Después de esto, la banda se desmembró y Butch y el vocalista de los mismos, Doug Erickson, formaron Fire Town. Estos últimos involucionaron regresando con un sonido más básico en los dos discos de garage-rock que editaron antes de desaparecer a causa de los crecientes compromisos de producción de sus miembros. Doug Erikson, Vig y el ingeniero de audio en las grabaciones de Fire Town, Steve Marker, con la unión a las voces de la cantante escocesa Shirley Manson, serían los integrantes de los multiplatino Garbage. Nunca me gustaron Garbage, aunque reconozco que tienen algún tema resultón.

Dimensión social del disco

Nevermind arrasó, aniquiló, carbonizó, exterminó, y eliminó del mapa al horroroso glam-metal que arrasaba en aquella época apoyado por la MTV, transmitiendo machismo y misoginia, y con una ridícula imagen que ahora parece más cosa de película. Pero si, sucedió. Bandas tan repulsivas para mí, como Mötley Crüe, Warrant, Poison y similares, fueron barridas por el tsunami Nevemind. Esto es algo que algunos nunca dejaremos de agradecer a este disco. Es por esto que este álbum trasciende la dimensión musical, abriendo una puerta al gran público a toda una escena más o menos underground, que trabajaba con base en los valores del do it yourself que preconizaba el hardcore. Valores como la sencillez, o la autenticidad se confrontaban con la chulería, el infantilismo y los excesos de las bandas de glam-metal. No había color. Claro que todo tiene su lado tenebroso. Las multinacionales del sector, que como toda empresa capitalista están por el beneficio y no por el talento, olieron la sangre y se volcaron en fichar a toda banda que remotamente oliera a alternativo. De este modo, detrás de bandas que merecían con todo derecho más reconocimiento, como Soundgarden, Alice in Chains, Pearl Jam, Mudhoney, Dinosaur Jr o Sonic Youth, entre otras, el gran público tuvo acceso a otras bandas que no lo merecían tanto, o que sencillamente eran copias o imitaciones. Aquí no voy a dar nombres, pero quedaros con un dato: podría.

Lo que tú me digas, pero háblame del disco

El disco tanto en formato cd como vinilo es redondo, ¿casualidad? No, perdonad, mi lado payaso siempre asoma. El álbum supuso un cambio sustancial con respecto a la anterior referencia de Nirvana, Bleach. Donde había suciedad y densidad, fruto de la admiración por grupos como Melvins, pasó a haber claridad y melodía. El cambio en la batería, de Chad Channing a Dave Grohl, un tipo con más pegada, también contribuye a darle más empaque a los temas. De las doce canciones más la pista oculta, y del braguetazo que dieron con el primer single Smells like teen spirit, ya no hace falta que hable. El disco es una sucesión de temas con irresistibles melodías, pero al mismo tiempo con mucha fuerza. Las canciones te agarran por donde te tienen que agarrar y no te sueltan. La voz de Kurt Cobain transmite de una forma increíble, tanto desgañitándose en Stay Away o Territorial Pissings como casi recitando o susurrando en Polly o Something in the way. Es un disco perfecto en el que no sobra ni falta nada. Sencillo, pero perfecto. Kurt Cobain, no era un gran guitarrista, pero era un intérprete y un compositor excepcional que sabía sacar oro de tres acordes. No hace falta decir mucho más, por qué ¿realmente os interesa saber quién edito el disco y esas mierdas? Nevermind.

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