¿Por qué no nos pagan más por irnos de vacaciones si cansa más que ir a trabajar?

Primer fin de semana de julio, empieza la rutina de llegar el lunes a la oficina más cansado que si hubiera estado trabajando todo el fin de semana

Y aquí surge la pregunta, puede que estúpida sí, pero, ¿que no es estúpido si te pones en plan relativista? 
Me explico. ¿Quién no conoce el refrán, no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy? 
Vale, ya podéis bajar las manos que no estamos en el colegio. 
Ahora otra fácil, ¿quién entre los lectores tiene planeado no morirse nunca? Ah, aquí ya no os veo tan echaos palante. Pero, si tenemos en cuenta que hagas lo que hagas te vas a morir igual, ¿Por qué no adelantar lo inevitable haciendo caso al refrán? Esta pregunta es muy sencilla de responder: porque la vida da gustito, y estar muerto que se sepa hasta el momento, no.
Seguimos para bingo. La mayoría de los mortales, incluso esos que dicen que disfrutan mucho con su trabajo, prefieren hacer cualquier otra actividad que no sea laburar. El orden de preferencias varía en función del gusto de la persona en cuestión. Aquí intervienen muchos factores, desde culturales hasta sociales. Me refiero a las actividades de ocio a partir de la segunda posición por orden de preferencia. El primer puesto es inamovible en todo el orbe. Una especie de monarquía, con la particularidad de que esta no es hereditaria, siempre reina el mismo: el sexo. ¿Qué cara de Bonobo se os pone, eh?
Trabajar debe cansar, y hasta resultar fastidioso. En este país, donde la productividad es un concepto desconocido propio de jipis antisistema, lo que importa a los empresarios es que pases tiempo en tu trabajo, que te canses y que te jodas, que para eso es un trabajo, no un pasatiempo. 
Aún recuerdo el escandalizado gesto que me dirigió un compañero de trabajo sexagenario que compartía mi labor de pintor de brocha gorda. Aquel hombre cobraba el paro, lo que obviamente suponía un flagrante engaño a la autoridad competente, y un incumplimiento de la legalidad vigente. ¡Qué trabajaba ilegalmente, vamos! Sin embargo, aquello era algo muy bien visto e incluso alabado en la época. Yo era un imberbe adolescente que probaba por vez primera las mieles del empleo por cuenta ajena. El dislate cometido, la fechoría, el agravio, muy fácil: sentarme después de acabar la tarea que nuestro mutuo jefe me había encomendado. Según el código deontológico de aquel hombre, debía continuar simulando que hacía algo, aunque en realidad no lo hiciera, porque eso era lo que agradaba a los jefes.
Mi razonaiento quizás peca de zafio, lo admito, pero calibro que se ciñe fielmente al modo de pensar de este país tan dado a la apariencia y a elevar a los altares el sufrimiento, aunque este sea baldío. Puede que sea parte de nuestra herencia judeo-cristiana, barrunto. El caso es que, puesto que en mis períodos festivos me fatigo más que durante mis días laborales, y que el empresario medio de este país aspira a que sus subordinados se fatiguen, se cansen, se jodan,  más que a que sean productivos, ¿No deberían pagarme más por disfrutar de mis vacaciones y días libres teniendo en cuenta que me derrengo más que cuando trabajo? Ahí lo dejo. En un futuro no muy lejano, algún avispado sindicato se hará eco de mi demanda, pero espero que no olvidéis quien es el padre de la criatura. Al César lo que es del César.

                    Más información: https://es.wikipedia.org/wiki/%C2%A1Indignaos!

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