Aspartamo, ¿crees que te estas cuidando y te estas envenenando?

El endulzante, que es 200 veces más potente que el azúcar, podría ser también un potente carcinógeno

La vida puede ser muy dulce, que se lo pregunten a José María Aznar. Pongo este ejemplo porque nadie debería estar más agradecido a la vida que el susodicho, que ha obtenido tanto con tan poco. Pero obviemos a este siniestro personaje, y centrémonos en algo que todavía podría ser más siniestro, el aspartamo: un endulzante que en realidad te podría estar matando. ¿Suena a guion de película de terror de serie B?
Lo más importante para la mayoría de la población occidental del siglo XXI, es aparentar. 
Un distraído repaso a la panoplia de redes sociales que lo petan en este momento nos hará llegar a esta rápida conclusión. Vivimos en una sociedad en la que la imagen, no la imagen real, sino la deseada, la que quisiéramos que los demás percibieran de nosotros mismos, es lo que manda. Es el valor supremo, aunque naturalmente hay excepciones. De nuevo, sin ánimo revanchista ni de chanza, me remito a la imagen de Aznar como excepción que confirma la regla. Una imagen que haría huir al mismísimo monstruo de Frankenstein, ha conseguido ser inmortalizada en periódicos e incluso televisiones, sin causar bajas ni ingresos en psiquiátricos, que se sepa.
¿Y cuál es el estándar para presentar una imagen que cause envidia y deseo a partes iguales en este siglo? La delgadez, o la ausencia de sobrepeso, y una tez tirando a color colacao. Sobre lo segundo no tengo nada que decir en este momento, que no sea que se me quitaron las ganas de ponerme moreno cuando vi a Aznar en modo pimiento rojo. Respecto al primer tema, sobre él voy a disertar breve pero certeramente en este artículo.
Por desgracia, es muy difícil tenerlo todo en esta vida, a expensas de lo que pueda pasar en la siguiente; Rouco Varela es muy reservado a este respecto, solo sabemos que el que manda allí también es colega de él. Pero al lío, todos sabemos que el guapo no es muy inteligente, que el inteligente no es muy guapo y que Alberto Nuñez Feijoo (como veis ya no me remito a Aznar... que podría) no es ni inteligente ni guapo. Estas son realidades, hechos constantes, como la gravedad o la ignorancia de Feijoo.
La delgadez, siempre y cuando no sea extrema y obsesiva, es saludable, de esto no cabe ninguna duda. Aunque hay gente que defiende la libertad de cada quien de tener el peso que quiera, extremo muy respetable también. Esto no oculta el hecho de que estar "gordo" no es saludable, ni recomendable, y que suele obedecer a un exceso de ingesta alimenticia. O sea, que eres un tragaldabas, por mucho que lo intentes disfrazar de otra forma. 
He aquí el meollo de la cuestión. La mayoría de las personas quieren estar delgadas. ¡Bien por esta sociedad!, piensas. Sin embargo, su motivación no es la salud, sino la imagen. ¡Mierda!, piensas, es verdad que no se puede tener todo. De hecho, esto esconde más contradiciones de las que parece a simple vista. Muchas personas son capaces de ingerir cualquier producto insalubre y deficientemente testado, para lucir más delgadas, más saludables. Nótese la boutade.
La némesis de la esbeltez en estos tiempos, es el azúcar, el enemigo blanco, ocultando, tras su dulzura, a la tan temida gordura. ¿Más como podríamos vivir sin ese sabor que tanto placer proporciona? ¿A quién le amarga un dulce? Entra en escena el adalid de la delgadez con sabor, de estar esbelto y al mismo tiempo dulce: el aspartamo. 
Refrescos de variados sabores, yogures y decenas de productos similares, prometen ser consumidos proporcionando placer sin hipotecas en forma de aumento de peso. El paraíso en la tierra.
Pero, ¿Y si ahora resulta que disfrutar del sabor y al mismo tiempo lucir palmito están tan reñidos como la inteligencia y la belleza, o la sabiduría y Feijoo?
Bueno, en ese caso, tenemos que llamar a escena a otro protagonista de este siglo, de todos los anteriores, y por desgracia, muy probablemente de los venideros: el dinero.
El dinero puede transformar lo malo en bueno, lo pernicioso en saludable, y el plomo en oro. El sueño de todo alquimista se hizo realidad hace demasiado tiempo, así que no os preocupéis. Seguro que hay más cosas que nos están matando sin saberlo, por lo menos que nos maten las que nos proporcionan placer. 


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