Magia: autobombo, depresión y alcohol

De como el autobombo no deja de ser la magia más practicada en el reino...

Si nos atenemos a la definición de la RAE, el autobombo es el “elogio desmesurado y público que hace alguien de sí mismo". Sin embargo, en un alarde de sinceridad me veo en la obligación de aclarar, que si tenemos en cuenta que personajes como Arturo Pérez Reverte forman parte de la susodicha institución, convendremos en que lo que diga o deje de decir la RAE, para algunos, entre los que me encuentro, siempre estará en entredicho.

Aun no siendo un organismo de mi máxima confianza, como he dejado claro en mi primer envite, voy a volver a echar mano de una de sus definiciones, más que nada para tomarla como base de mi disertación. 

Depresión: Síndrome caracterizado por una tristeza profunda y por la inhibición de las funciones psíquicas, a veces con trastornos neurovegetativos.

La depresión es una enfermedad. Una enfermedad fantasma. Lejos de mí la intención de minusvalorar los efectos o la gravedad de la misma, más bien al contrario. La depresión es una enfermedad fantasma porque no la puedes ver, al igual que a nuestros vecinos ectoplásmicos. Esto añade un extra de gravedad a sus perniciosos y devastadores efectos. También es la disculpa para que sean legión el número de nuestros semejantes, y con esto me refiero a personas, que denuestan injustamente a quienes padecen el mal depresivo que ellos no pueden ver o detectar mediante frases tan aclaratorias e ingeniosas como: “Pero, donde te duele?”.

El handicap radica en que la depresión duele en el alma, y como hasta el momento somos incapaces de ver o percibir nuestra alma, si es que realmente la tenemos, a ver como le explicas a tu cuñado de Villarriba donde te duele, y porque a duras penas eres capaz de levantarte de la cama. Lo más probable es que el pobre no llegue a entenderte. Su voto vale igual que el tuyo, aunque seguramente sea de signo contrario, pero no es capaz de comprender que estás de baja porque te duele el alma. Por supuesto, no te lo dice a la jeta. Pero en su fuero interno barrunta que eres un vago y un rojo que solo busca vivir del cuento.

A continuación, ignoro a la RAE y tiro de refranero: y vuelta la burra al trigo. Si, sigo con las definiciones. Ahora le toca el turno a la palabra alcoholismo, pero en este caso estoy seguro de que a ninguno de vosotros, avezados lectores y avezadas lectoras, os hace falta una definición del término, ya que si habéis llegado hasta aquí, estoy seguro de que sois capaces de buscar el significado de la palabra en Wikipedia. Si me equivoco, por favor, no sigáis leyendo, estáis en el sitio equivocado, y en el momento equivocado (la edad media es nueve siglos más atrás, sí).

Por último vamos a hablar de brujos, de meigos como se denominan en Galicia. En este punto, tengo que poner un asterisco. Un número indeterminado de personas, que voy a resumir tomándome la libertad de aglutinarlas sin su permiso en el término “muchas”, diría “en mi tierra”. ¿Como que en tu tierra? ¿Habráse visto semejante y capciosa utilización del posesivo? Y cuidado, que esto lo puede llegar a decir hasta el comunista más recalcitrante, que se supone que no acredita en la propiedad privada . Cuando, queridos y queridas lectoras, todos sabemos que esto solo lo puede decir con conocimiento de causa y ciñéndose a la más estricta veracidad, Amancio Ortega y cuatro más. No obstante, voy a evitar polemizar más con el asunto, considero que ha quedado clara mi postura sobre la inusitada cantidad de terratenientes (si hablan de su tierra, será porque es de ellos) existentes. El caso es que un meigo es una persona de género masculino a la que se le suponen ciertos dones o poderes. Que si existen o no, opino que ya no es un tema en el que yo deba entrar o salir. 

El fondo de la cuestión es, si consideráis posible o factible un texto, una novela pongamos por caso, en la que un enajenado con ciertas ínfulas de escritor, mezclara la depresión, el alcohol y los últimos días de la vida de un meigo, para crear un artefacto literario y albergar la esperanza de que algún semejante, sigo hablando de personas, tuviera la inquietud o el arrojo de leerlo. 

Esa persona existe, escribe bajo el pseudónimo de Xurxo Esquío. Esa novela también existe y se llama Magia. El artefacto en cuestión, elucubra sobre como un libro, cuya lectura posee unos extraños efectos secundarios, pone en contacto a dos perfectos desconocidos. Sí, claro, un hombre y una mujer, pero si queréis averiguar si hay refriega tendréis que leerlo. Vuestra temeridad, en caso de porfiar en leer algo escrito por semejante chalado, es fácil de satisfacer. Abajo dejo un link al libro del autor. 

Ah, por cierto, casualidades de la vida, el autor soy yo. Si llegaseis a leer semejante aberración, agradecería feedback, aquí, en Amazon, por correo postal, o en persona.


                Más información sobre el artefacto:  Magia de Xurxo Esquío

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